El desarrollo de la ciencia y la tecnología ha permitido a la humanidad alcanzar progresos impensados hace unas décadas y que hoy se traducen en bienestar colectivo. Para ello, se precisa de personas formadas con rigor en campos como las matemáticas, la ingeniería o la informática. Al mismo tiempo, se requiere sensibilidad y creatividad para mantener el equilibrio en la aplicación de los avances científicos a favor de la vida en el planeta.
Lamentablemente, es reducido el número de investigadoras que se desempeñan en estos ámbitos del conocimiento. Apenas el 3% de los Nobel en Ciencias se ha otorgado a mujeres. Los conceptos basados en culturas patriarcales hegemónicas y los estereotipos que muchos medios reproducen alejan a las mujeres de las esferas de la investigación científica.
Una mayor participación de las niñas, las adolescentes y jóvenes mujeres en las llamadas carreras STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) enriquecería de talento y arte las intervenciones de la ciencia. Se trata, además, de una cuestión de justicia, pues un enfoque inclusivo reduciría la brecha salarial asociada al género, fortalecería la seguridad económica de las familias, diversificaría la fuerza de trabajo, disminuiría los sesgos de perspectivas de predominio masculino y representaría mejor la realidad cotidiana en que las mujeres somos esenciales para sostener la sociedad.