El gasto es fundamental en el quehacer de las políticas de salud, dado que existe siempre el reto de asegurar que se dispone de los recursos para desarrollar las actividades propuestas y que, cuando estos están disponibles, se usen de la manera planeada y de acuerdo con las políticas y prioridades establecidas. El monitoreo de los gastos de salud forma parte de las herramientas de la función de rectoría y administración del sistema. Contribuye a interpretar, integrar y analizar la información existente sobre gasto y financiamiento de la salud, y forma parte, por tanto, de la información de inteligencia necesaria para la toma de decisiones de la autoridad de salud de cada país.
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Con la publicación del Sistema de Cuentas de Salud en 2011 (SHA 2011, por su sigla en inglés) como metodología estándar mundial para medir el gasto en salud, se esperaba que se consolidase su utilización en el mundo. Algunos países de la región de las Américas adoptaron el marco a partir del año 2000, cuando se estableció la primera versión, y luego migraron a la versión actualizada (SHA 2011), que es el referente internacional desde el 2016. La notificación estándar de las cifras de gasto en salud se ha visto facilitada por la Base de Datos mundial del Gasto de Salud (GHED, por su sigla en inglés) de la Organización mundial de la Salud (OMS). Para su actualización anual, los países que tienen equipos de cuentas de salud comunican su gasto o remiten los estudios correspondientes para generar indicadores básicos; en otros casos, los técnicos de la OMS realizan las estimaciones y estas son validadas por los países (1). El objetivo de este documento es tratar de establecer si el estándar SHA 2011 ha propiciado la institucionalización de la medición del gasto en salud en América Latina y el Caribe.